Artículo replicado de Diario El Telégrafo.

Si pudiésemos generar nuevas tecnologías con las bacterias, algas, hongos y virus que continuarán existiendo mucho después de que nuestras fuentes de energía convencional se agoten, abriríamos nuevas matrices productivas de productos elaborados y no más materia prima. Hay que pensar que el petróleo se agota.

El Parque Nacional Yasuní alberga 150 especies de anfibios, 596 especies de aves y cerca de 4.000 especies de plantas(1). Es una de las regiones más ricas en diversidad biológica del planeta. Sin embargo, estas especies de plantas y animales, dependen de la existencia de otros seres que resultan invisibles. Por ejemplo, la mayor parte del oxígeno que respiramos se produce en los océanos. Una de las bacterias más pequeñas en la superficie oceánica, conocida como Prochlorococcus o “semilla primigenia de clorofila”, es responsable de la fabricación del 20% del oxígeno atmosférico. Esta fábrica química de oxígeno es tan pequeña que en algo menos de una cucharilla de agua oceánica se puede contar cerca de 100.000 individuos.

En la inmensidad de los océanos, Prochlorococcus es el organismo más abundante en la Tierra. Sorprendentemente, esta fuente de oxígeno no fue descubierta hasta el año 1988. Según Edward O. Wilson, padre del estudio de la biodiversidad moderna, conocemos solo 60.000 especies de hongos de los 1.5 millones que se cree que existen en el planeta. Asimismo, cuatro de cada cinco animales en la tierra son gusanos nemátodos y se piensa que existen cientos de miles de especies de estos gusanos por ser descubiertas, pero solo conocemos 16.000 en este grupo.

Por otra parte, en un gramo de tierra puede haber hasta 10 mil millones de células bacterianas y, en una tonelada, hasta cuatro millones de especies, todas desconocidas por la ciencia.

Las cosas se vuelven más misteriosas en la escala de lo nanométrico, donde en 200 litros de agua marina se estima existen 5.000 especies de virus, en una muestra de saliva humana cerca de mil especies y en un kilogramo de sedimento marino, hay un millón de especies víricas nuevas para la ciencia (2). ¿Qué hacen todas estas especies?

Se puede asegurar que la vida de anfibios, aves y plantas en el Yasuní y en el resto del planeta depende de las maquinarias moleculares de seres microscópicos. El problema es que aún no sabemos cómo ni por qué. Vivimos en un planeta alienígeno inexplorado en cuanto a la nano-megadiversidad se refiere. Pensemos en nuestra “semilla primigenia de clorofila” sin cuya maquinaria bioquímica para producir oxígeno, la vida en el planeta no existiría, pero que permaneció desconocida hasta finales del siglo XX.

Con respecto a las bacterias, hongos, virus y otros microorganismos que existen en el país, los ecuatorianos estamos empezando a entender el potencial que representa el estudio y manejo de la escala manométrica de la vida para el futuro de nuestras vidas. La importancia de la biología para la industria moderna está plasmada en el “Plan de Acción Nacional de Bioeconomía”, publicado por la administración del presidente Barack Obama en 2012. Este plan discute una serie de medidas y estrategias a escala nacional para promover la investigación y desarrollo de biotecnologías en los EEUU.

Según este documento, el uso de la biología “puede permitir a los norteamericanos vivir vidas más largas y saludables, reducir su dependencia de petróleo y hacer frente a problemas ambientales, transformar procesos de manufactura, e incrementar la productividad y enfoque del sector agrícola, mientras se incrementan nuevos trabajos e industrias”.

Lamentablemente, otros ya han tomado ventaja y se alejan a pasos agigantados en la exploración de este territorio incógnito que representa la catalogación y los usos industriales de la nano-megadiversidad, conjunto de técnicas conocidas como metagenómica.

Tal es el caso de Craig Venter, la primera persona en diseñar una célula viva creada totalmente por medios artificiales.

Sin la presencia de ecuatorianos

En 2005, Venter visitó los mares territoriales del Ecuador, incluyendo Galápagos, con el objetivo de recoger la vida microscópica de nuestros mares y catalogar todo lo que allí se encontrare en términos genéticos. Los frutos del trabajo de Venter en mares ecuatorianos y otras regiones del planeta, han rendido frutos que se pueden constatar en más de una docena de publicaciones científicas sobre el tema; en ninguna de ellas, está presente un ecuatoriano como autor.

Recordemos que los genes son instrucciones de información digital para construir fábricas moleculares de sustancias como el oxígeno que todos respiramos. Estas fábricas moleculares también pueden eliminar sustancias tóxicas de bosques contaminados, construir medicamentos personalizados, sintetizar agroquímicos, mejorar suelos, producir bioplásticos degradables, hacer combustibles líquidos directamente del dióxido de carbono atmosférico, almacenar electricidad (biobaterías), elaborar alimentos para personas alérgicas y una gama de biomateriales adicionales.

Uno de los objetivos del estudio de la diversidad genética en el nano-cosmos es el de hallar enzimas que trabajen óptimamente en estándares industriales para fabricar alimentos, detergentes y combustibles (alcohol y biodiesel) convirtiendo biomasa en bioproductos. Esto involucra la ingeniería de nuevos organismos reprogramando y mejorando su información genética, y el diseño de nuevas formas de vida.

Drogas como la citarabina y la vidarabina, que son tratamientos para el cáncer y enfermedades virales, se encuentran en el mercado internacional y provienen de microorganismos marinos.

La bacteria más diminuta del océano genera el 20% del oxígeno atmosférico

La mayor parte del oxígeno que respiramos todos los seres vivos en el planeta, sea el hombre, animales o plantas, proviene de los océanos. Una de las bacterias más pequeñas que se encuentra en la superficie oceánica, conocida como Prochlorococcus, o más comunmente como la “semilla de clorofila”, es responsable de la fabricación del 20% del oxígeno atmosférico.

La lista de enzimas y productos enzimáticos descubiertos a través de la metagenómica es todavía pequeña, pero no alcanzaría en el espacio dedicado a esta publicación (3). En pocos años, la lista ocupará varios volúmenes de texto e incluirá enzimas descubiertas en territorio ecuatoriano, pero lamentablemente por personas de otras nacionalidades.

Tal es el caso del hongo Pestalotiopsismicrosporay, cuya enzima es capaz de degradar plástico (poliuretano) (4). Este descubrimiento fue publicado en 2011 como resultado de una visita, hace casi cinco años, por estudiantes extranjeros al Yasuní. La publicación oficial sobre el descubrimiento pertenece a dos instituciones, una norteamericana y otra peruana, pero no existe reconocimiento como autores de tal trabajo para ningún ecuatoriano.

La industria mundial utiliza poliuretano como agente plástico para la fabricación de infinidad de materiales y herramientas. Como resultado de décadas de uso, este plástico representa un importante contaminante. Quien tenga el dominio tecnológico para degradar plásticos mediante el uso de la maquinaria molecular de los microorganismos y sus enzimas, tendrá también el dominio económico sobre su uso.

La biomasa se puede convertir en bioproductos para fabricar alimentos

Uno de los objetivos del estudio de la diversidad genética en el nano-cosmos es el de encontrar enzimas que trabajen óptimamente en estándares industriales para fabricar alimentos, detergentes y combustibles (alcohol y biodiesel) convirtiendo biomasa en bioproductos. Esto involucra la ingeniería de nuevos organismos, reprogramando y mejorando su información genética.

El hongo del Yasuní

Adicionalmente a la capacidad de comer plástico, el hongo del Yasuní que fue llevado a los EEUU por un grupo de estudiantes norteamericanos, produce una sustancia que es usada para combatir el cáncer ovárico y de mamas conocida como taxol.

Los ecuatorianos hemos permanecido excluidos de estos descubrimientos. El profesor Scott Strobel, quien es la persona detrás del descubrimiento del hongo que come plástico en el Yasuní, es hijo de Gary Strobel, quien es un bioprospector con más de 20 organismos patentados y que colabora con empresas multinacionales como Chevron y Dow Chemical (5). Strobel empezó sus investigaciones en los años sesenta.

Hoy trabaja activamente en consorcios corporativos para producir biocombustibles a través de la lectura y programación del código genético que se encuentra en esas computadoras, que son los microorganismos. Las motivaciones detrás de la producción de combustibles usando la maquinaria molecular de microorganismos, son claras para todos aquellos que saben que el petróleo está condenado a desaparecer en unas décadas. Quien pueda leer e interpretar el código molecular de la vida, posee una ventaja estratégica sobre sociedades biotecnológicamente analfabetas.

El microorganismo (una bacteria, alga, virus u hongo) es una computadora y la información digital que determina su funcionamiento está codificada digitalmente en su genoma. Con el código genético se puede ordenar a una planta que produzca flores rojas o blancas y, a una célula, que destruya otras células malignas en el cuerpo de una niña de 7 años, salvándola de morir de cáncer (Emily Whitehead).

Pero para esto hay que saber leer, reproducir y traducir la información en el código genético. Más información que una biblioteca Según Juan Enríquez, gerente de la firma biotecnología Biotechonomy LLC, una compañía de genómica genera más información en un mes que todos los libros almacenados en la biblioteca del congreso de los EEUU (¡esta última no es una biblioteca pequeña!). Parte de esta información se encuentra almacenada en bases de datos de uso libre a través de internet, como GenBank. Sin embargo, solo un pequeño grupo de personas sabe cómo leer, reproducir y traducir esta información en beneficio de la industria de sus naciones y estados.

Esto genera una nueva jerarquía mundial. Las regiones del planeta que dominan la lectura del código genético se limitan a pocos países mayoritariamente en el hemisferio norte, incluyendo a Japón, los EEUU, Canadá y ciertos países de Europa. Un mapamundi representando la cantidad de bio-información genética intercambiada y leída en bases de datos como GenBank, determina que América del Sur y África no existen. Paradójicamente, estas son las regiones más biodiversas del planeta pero también analfabetas en el lenguaje de la vida.

El petróleo se agota (dos o tres décadas no es nada para la vida de un país).La producción agrícola o el traer turistas no nos pondrá al mismo nivel económico de quienes compran estos servicios. La inteligencia paga mejor que la fuerza bruta. Si pudiésemos generar nuevas tecnologías con las bacterias, algas, hongos y virus que continuarán existiendo mucho después de que nuestras fuentes de energía convencional se agoten, abriríamos nuevas matrices productivas de productos elaborados y no más materia prima.

Nuevo frente tecnológico

Es por esta razón que el Ecuador está despertando hacia este nuevo frente tecnológico, con proyectos de carácter estratégico como Yachay e Ikiam, porque es necesario crear un ambiente de oportunidad para científicos ecuatorianos comprometidos con el país.

Aprender a leer, reproducir y traducir el código genético de los microorganismos que viven en nuestros mares, en el Yasuní y otros hábitats, es indispensable para nuestra supervivencia como nación.

No es recomendable continuar expectantes de cómo otras regiones del mundo amplían las fronteras tecnológicas de la bio-información. Hay que acortar la brecha entre nosotros y quienes viven en el mapamundi de los que saben leer el código de la vida.

En 9.820 metros cuadrados, el Parque Yasuní alberga la mayor biodiversidad biológica mundial

Nuestro atraso es de unas cuantas décadas, aproximándonos al siglo. Cultivar científicos como Strobel y Venter requiere condiciones especiales en una sociedad, incluyendo estabilidad institucional y un ambiente que respete y valore la actividad científica, sin importar resultados a corto plazo.

Declarado el 20 de noviembre de 1979 como Parque Nacional, el Yasuní es la región de mayor diversidad biológica del mundo, por lo que se estableció que su riqueza natural debe ser preservada. En 1989 el parque entró a formar parte de la Reserva Mundial de Biósfera, dentro del programa del Hombre y de la Biósfera de la Unesco.

Como consecuencia de esta declaración, el manejo del parque debe estar sujeto a las estrategias de Sevilla, definidas en la conferencia de expertos que tuvo lugar en España, en marzo de 1995. Según las estrategias, en toda reserva de la biosfera, las únicas actividades que se pueden desarrollar para garantizar el equilibrio y la no contaminación, son, entre otras, las cooperativas compatibles con prácticas ecológicas racionales, como la educación relativa al medio ambiente, la recreación, el turismo ecológico y la investigación aplicada básica…

La apertura de la frontera petrolera no exoneró al Yasuní. Anteriores licitaciones adjudicaron a Petrobras el bloque 31, hoy a cargo de la empresa pública Petroamazonas, y el bloque 16 a Repsol, parte de los cuales están en el parque.

El parque se extiende sobre un área de 9.820 kilómetros cuadrados en las provincias de Pastaza y Orellana, entre los ríos Napo y Curaray. Su importancia se mide también en el hecho de que es uno de los refugios de vida del Pleistoceno, que se formaron durante los cambios climáticos drásticos que tuvieron lugar en el período cuaternario. Las investigaciones científicas señalan que, en esa etapa, hubo una alteración entre climas secos y húmedos, en los que las selvas amazónicas crecían o se encogían. En los períodos secos, se formaron islas de vegetación que sirvieron de refugio de especies de flora y fauna; y, a la vez, se constituyeron centros de formación de nuevas especies.

Una de estas islas estuvo ubicada en la Amazonía ecuatoriana, precisamente, en el Parque Nacional Yasuní. En la zona se han realizado muchas investigaciones no solo nacionales, sino internacionales. Pero lo más impactante es la apertura de la frontera petrolera. Parte de varios de los bloques hidrocarburíferos se ecuentran dentro del parque, donde la construcción de carreteras, la exploración y perforación de pozos, con el consecuente ruido de la maquinaria y helicópteros, han puesto en riesgo la biodiversidad del parque. La industria petrolera reconoce que por cada pozo vertical que se perfora se producen 500 metros cúbicos de sólidos y de 2.500 a 3.000 metros de desechos líquidos; mientras que en los pozos direccionales, por cada pozo perforado, se produce de un 20 a 30% más de residuos sólidos y líquidos.

La empresa pública Petroamazonas que opera el bloque 31, ha optado por la perforación multilateral para evitar un mayor impacto ambiental. No así Repsol, adjudicataria del bloque 16, que se le extendió el contrato de prestación de servicios hasta el año 2018. En el Yasuní viven en aislamiento voluntario, las últimas comunidades de los Tagaeri, Taromenane y Oñamenane.

 

Bibliografía: 1. Margot S. Bass y otros autores. “Global Conservation Significance of Ecuador’s Yasuní National Park”.Enero 2010.Public Library of Science PLoS ONE. 2. Stein y otrosautores. 1996. “Characterization of uncultivated prokaryotes: isolation and analysis of a 40-kilobase-pair genome fragment from a planktonic marine archaeon”. Journal of Bacteriology178: 591–599.3. Wong, D. 2010. 3. Applications of Metagenomics for Industrial Bioproducts”.Metagenomics: Theory, Methods and Applications. Caister Academic Press. 4. Russell J. y otros autores. 2011. Biodegradation of Polyester Polyurethane by Endophytic Fungi. Applied and Environmental Microbiology 77: 6076–6084. 5. Revista Forbes, “Driving on Mushroom Fumes”.Mayo 25 2009.